Lo espectacular de un paisaje es indivisible al lugar desde dónde se contempla, pues
la belleza del mismo resulta envolvente y no cabe en ella fealdad. Sin embargo, la sociedad
moderna se resigna más que nunca a estropear el espacio de la belleza y lamentarse después de no haberlo evitado. Como quien deja tirado un rastrillo y lo olvida para que con el tiempo tras pisarlo por descuido, le de un golpe en la cara. Si la belleza contenida en una obra
de arte fuera comparable a la naturaleza en estado puro, lo sería no sólo por
imitación sino por su poder de conmover al espectador para que tome consciencia
de lo imprescindible que es para su supervivencia la contemplación de las cosas
bellas.
La consciencia es como la naturaleza que todavía no hemos destruido. Una preciosa parte de nuestro ser, un pedazo de playa sin construir, o un Parque Nacional que no hemos vendido. Aunque por desgracia, cuanta mas consciencia tenemos de la destrucción del medio ambiente, a mayor velocidad se precipita. ¿Será la inconsciencia como un agujero negro, que cuanto mas cerca estemos de él, con mas fuerza nos atraerá o tendremos suficiente consciencia para ir contracorriente incluso cuando nos tomen por locos?.
Embalse de Guadarranque