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Se ayuda de la zarza la bellota del quejigo, se protege así de ser comida por la fauna. No es una máxima sino una ocasión propicia. El hombre de hoy ausente de la vida en el bosque ve abandono donde prolifera la zarzamora, el hombre quien puso nombre al bosque mediterráneo ahora lo pretende salvaje y lo abandona. Pasan los años y la bellota se hace árbol, pero la zarza lo retuerce, y su fuerza se extingue, es momento de cortarla. Cada árbol tiene el cuidado del hombre del bosque que vuelve a dejar crecer la zarza para proteger nuevas bellotas cuando vive de el. Por eso sabe que es bueno lo que se establece comúnmente como malo y malo lo que se consolida como bueno. Continuo cambio dentro de una ética común. La aproximación al bien y el mal, motor del conocimiento intuitivo, como lo es también en una acuarela sin límites predefinidos. El arquitecto sabe dónde situar el color para no mezclarlo con posteriores capas, obteniendo así una imagen fotográfica. Para el hombre del bosque no tiene sentido fotografiar algo que debe estar en constante cambio. En esta retórica del bien y el mal, una instantánea después ya no estará la zarza, se habrá enderezado el árbol, lejos del apetito de la fauna.