Vejer de la Frontera ~ Cádiz |
Ese trance refrescante que transcurre por tu imaginación, es el agua que viene y va y no desemboca. Mas comunica, de un modo tan insistente que llegas a creer entenderlo. Sólo por un instante, en el que puedes alcanzar las nubes, para luego sentirte como un gato en una piscina de algodón. Con cada viento nuevo el lenguaje es otro. Tan diverso en idiomas que debes luchar con el mundo entero para asentarte en tan singular torre de Babel y no ser tenido por loco. De lo contrario la corriente te arrastra, al mar nuestro que fue de los romanos o al más allá. Al próspero Norte o el encantador Sur. Quedarse en el lugar donde se encuentran los mundos, es una temeridad. Es el modo de estar, la atmósfera existente, la configuración del terreno, de Carteia a Besaro, lo que crea una densidad demográfica que como su paisaje han respetado una escala. Un lenguaje universal en el que para cada hombre debería existir un lugar por adverso que se presente no estar en ninguna parte. Pero la belleza es sobrenatural, la perspectiva de los espacios abiertos, los colores del cielo y la tierra son tan impresionantes que nadie parece reparar en cosas minúsculas. Y sin embargo la belleza que pasa desapercibida esta llena de detalles, que parecen observarte. Permanece quieta, aferrada a la arena de Baelo Claudia, oculta entre la bruma de un bosque de alcornoques, asomada a un portillo oscuro en el resplandor de una callejuela blanca.
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