Vuelve incansable, al lugar que lo vio nacer. Como síntoma precoz, de unos vientos que no volverán a tornarse en tempestades. Anidará en los mechinales, en cavernas que los hombres construyeron para otros fines. Quien sabe si esta relación llegó a ser mas estrecha. Lo cierto es que del mismo modo que vuelven, también se van. Majestuosos símbolos que comparten espacio aéreo con las golondrinas, siempre mas tardías. Aunque estos rara vez disputan el espacio intramuros del Castillo y en todo caso son mas altivos. En ocasiones la competición será brutal. De hecho los colirrojos tizones desaparecen al tiempo que aparecen las comunes. En los nidos también se compite y los débiles se quedarán al fondo del agujero. Aprenderán los últimos a volar, si sobreviven. O simplemente caerán despeñados por su escasa experiencia con los límites. Sólo en esos casos el hombre se convierte en necesario.
Guía de aves del Estrecho